Brilla, como cada noche el bar de carretera
aquel que ilumina el kilómetro doscientos
de la carretera noroeste de aquel pueblo
inhóspito lugar hace años despoblado.
Corretea por el parking un galgo, sin dueño,
zigzaguea entre farolas y alguna palmera
olisquea el metal del coche del que llega
iluminado por el neón de carretera.
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