Ay los días de verano, al atardecer
con tus marcas de cariño en mi piel,
las caricias de domingo, y todo tu querer.
Ay los días que a escondidas, bebías miel,
dulce néctar de oro, de la colmena de tu ser
colgada del olivo y de las flores de laurel.
Ay las marcas de verano, cicatrices del ayer
alojadas en tu recuerdo de aquel amargo hotel.
¡Heridas tan profundas que no se pueden ver!
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